martes, 20 de abril de 2010

¿Por qué?

En torno a los tres años, el niño empieza a dirigir una serie de infinitas preguntas: algunas son divertidas, pero otras resultan embarazosas o extrañas. No siempre es fácil responder. El niño se comporta de este modo porque, en esta fase, necesita comprender el mundo que le rodea.

Hay que evitar banalizar sus preguntas o reírse de él. Nunca se les debe engañar. Tampoco se les debe dar explicaciones demasiado complejas, ya que puede que no las entienda o se aburra.

Con respecto a cómo comportarse ante estas situaciones, lo primero que hay que hacer es armarse de paciencia y estar siempre dispuesto a responder sus preguntas. El lenguaje que se utilice para responder debe ser adecuado a su capacidad de comprensión. La respuesta que se le dé al niño debe ser el punto de partida para despertar su curiosidad. Si no se es capaz de contestar la pregunta, hay que decirle al niño que se desconoce la pregunta.
Es muy útil adquirir productos adecuados para satisfacer su deseo de conocimiento, como diccionarios, atlas, material audiovisual, etc.

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